Con una de mis miradas te voy a invitar sutilmente a que me lleves a la cama y me hagas tuya
El pitido que anuncia que estamos en presencia de un pecado espantoso de impostura es la incomodidad. Esa sensación de esfuerzo permanente, de tener que estirar el cuello o bien meter tripa para dar la talla, portarse bien o no sobrepasarse a fin de que el otro se sienta cómodo.